Un valioso expediente recientemente consultado arroja luz sobre uno de los episodios más significativos de la historia social cubana: la disputa por el Realengo 18, un paraje montañoso de la serranía guantanamera donde cientos de familias campesinas resistieron el intento de desalojo por parte de latifundistas respaldados por el poder estatal.
Entre el 24 de agosto y el 18 de septiembre de 1934, diversas misivas reflejan los intereses enfrentados en esta pugna. Por un lado, los grandes propietarios de tierras, agrupados en torno al Comité “Amigos del coronel Mendieta” de Guantánamo, solicitaron al gobierno la compra estatal del Realengo 18 con el objetivo de expulsar a los campesinos que lo habitaban desde tiempos coloniales. Esta petición fue elevada por el propio presidente Carlos Mendieta a los ministerios de Hacienda y Agricultura.
En el centro del conflicto estaban las familias que por generaciones habían trabajado aquellas tierras, y que se negaban rotundamente a ser desalojadas. Una carta enviada por obreros del Central Borjita denunció los atropellos cometidos contra los campesinos, quienes enfrentaban amenazas directas de la Guardia Rural.
El Realengo 18 no solo era territorio de labranza; albergaba valiosos bosques de maderas preciosas, codiciados por los latifundistas para ser desmontados y sustituidos por plantaciones de caña. Esta ambición, compartida por empresarios estadounidenses asociados a los dueños de centrales, encendió aún más las tensiones.
Frente a la presión ejercida, surgió la figura de Lino Álvarez, veterano de las guerras de independencia bajo las órdenes de José Maceo. Al frente de los campesinos, Álvarez impidió la entrada de las fuerzas armadas al grito de “Tierra o sangre”. Su liderazgo resultó clave para frenar la avanzada. La respuesta del Gobierno Provincial fue solicitar una tregua de dos semanas para evitar mayores conflictos y evaluar la situación.
El desenlace marcó un hito: la retirada de la Guardia Rural y la suspensión de los desalojos. A pesar de posteriores intentos de expulsión, la resistencia montuna prevaleció. Este hecho es reconocido como la primera victoria del campesinado armado cubano, símbolo de dignidad, lucha y defensa del derecho a la tierra.
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