El 29 de octubre de 1897 se firmaba la Constitución de La Yaya, segunda constitución que era firmada durante el desarrollo de la Guerra de 1895. El desarrollo de la Asamblea Constituyente que originó la firma de esta Carta Magna, respondió a lo preceptuado en el artículo 24 de la Constitución de Jimaguayú, que disponía por solo dos años la vigencia de esa constitución, que podría ser ratificada a modificada de acuerdo al criterio de los representantes de los diferentes territorios participantes en ella.
Al efecto, las primeras sesiones se efectuaron en Aguará, en Camagüey, pero después los delegados se trasladaron a La Yaya, ubicada en la misma provincia. Fue este lugar el que le dio nombre a dicha asamblea y a la Constitución allí aprobada.
Con un total de 48 artículos, el doble que la de Jimaguayú, se ratificó la forma anterior de gobierno y se fijaron los requisitos para ocupar los cargos de Presidente y Vicepresidente de la República en Armas, en tanto se puntualizaban las funciones propias de cada secretaría de gobierno y sus designaciones. Dado el curso que habían tomado los acontecimientos, una de las premisas del cónclave fue no aceptar ningún tipo de conversación, acuerdo o pacto que no implicara la independencia de Cuba: ni leyes especiales, ni reformas, ni autonomía nada que supusiese la subsistencia de la dominación española en Cuba, podría dar término a la contienda.
Probablemente la mayor novedad de esta carta magna giró en torno a la figura del General en Jefe, cuyo cargo desaparecía del articulado de la Constitución y sus funciones quedaban diluidas entre el Consejo de Gobierno y uno de los secretarios de dicho consejo en este caso el Secretario de la Guerra.
De esa forma se intentaba poner en práctica una aspiración del Consejo: dirigir la guerra, al quedar entre sus potestades determinar la política de guerra y las líneas generales de la campaña, e incluso llegar a intervenir en las operaciones militares, aunque por intermedio de los generales. Las rencillas y fricciones que habían enfrentado a esta entidad de gobierno con el general Máximo Gómez, hombre curtido en el campo de batalla, condujeron a estas disposiciones, e incluso que el 31 especificara que el Jefe Superior jerárquico del ejército ya no lo sería el General en Jefe, hasta ese momento Gómez, sino el Secretario de la Guerra.
La vida y el desarrollo de los acontecimientos armados, mientras Cuba se mantuvo luchando contra España, determinarían que al margen de esta constitución y la vigencia de su articulado, Gómez acabó la guerra como Generalísimo, considerado como el jefe superior y genuino que era y respetado por jefes, oficiales y soldados.

MSc. Gerardo Cabrera Prieto
Investigador Auxiliar
Archivo Nacional de la República de Cuba.

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