El 27 de noviembre de 1871, ocho jóvenes inocentes fueron ejecutados en la Explanada de La Punta, crimen que enlutó a la nación y fortaleció el independentismo cubano.

LA HABANA, 27 de noviembre de 2023. – La nación cubana recuerda hoy el 154 aniversario del fusilamiento de ocho estudiantes de la carrera de Medicina, uno de los episodios más tristes y reveladores de la brutalidad del régimen colonial español en la Isla.

Los Hechos

En la tarde del 27 de noviembre de 1871, Alonso Álvarez de la Campa (16), Anacleto Bermúdez (20), José de Marcos (20), Ángel Laborde (17), Juan Pascual Rodríguez (21), Carlos Augusto de la Torre (20), Eladio González Toledo (20) y Carlos Verdugo (17) fueron conducidos con las manos esposadas a la Explanada de La Punta, donde un piquete de fusilamiento acabó con sus jóvenes vidas.

Los estudiantes del primer año de Medicina habían sido acusados falsamente de profanar la tumba del periodista español Gonzalo Castañón en el cementerio de Espada. La verdadera “ofensa” había consistido en que algunos entraron al camposanto –una práctica entonces permitida–, otro arrancó una flor y cuatro jugaron brevemente con un carro fúnebre.

Juicio Amañado y Condena Injusta

El proceso judicial estuvo marcado por las irregularidades. Tras un primer juicio que no satisfizo a los voluntarios amotinados frente a la cárcel, se realizó un segundo consejo de guerra donde se seleccionó al azar a ocho de los 45 estudiantes detenidos para aplicarles “el escarmiento”.

Sin derecho a una defensa adecuada y bajo la presión de las autoridades coloniales encabezadas por el gobernador político Dionisio López Roberts, los jóvenes fueron condenados a muerte en un proceso que violó todas las garantías judiciales de la época.

Impacto y Legado

El fusilamiento conmocionó a la sociedad cubana y tuvo repercusión internacional. José Martí, entonces con 18 años, plasmó su indignación en el conmovedor poema “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, donde juró honrar su memoria y continuar la lucha por la libertad de Cuba.

Este crimen, lejos de amedrentar a los cubanos, avivó el sentimiento independentista y demostró la naturaleza represiva del régimen colonial, contribuyendo al fortalecimiento de la causa por la liberación nacional.

En La Habana un monumento perpetúa la memoria de estos ocho jóvenes, cuyas vidas fueron truncadas por la intolerancia pero se convirtieron en símbolo imperecedero de la lucha por la justicia y la dignidad nacional.

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